antes de que los matasen, estaban vivos

Así que toca tomar el avión, plantarse en Amman y desde ahí llegar hasta Bagdad con el objetivo de seguir con una cámara a un grupo de iraquíes a los que considero excepcionales. A principios de Mayo comienza la “semana iraquí de la noviolencia”. Sunitas y chiítas, juntos, en Bagdad, Basora, Mosul, Erbil que tratarán de dar ejemplos e ideas sobre cómo frenar la espiral de la violencia que ha aniquilado su país. Sin canales de televisión, más cobertura periodística que este blog, sin imágenes para la posteridad o grandes actuaciones para la galería. Sin publicidad ni prácticamente apoyo. Con poco dinero y menos multitudes. Se trata de compartir un puñado de momentos con unos tipos que sobreviven encerrados en el cuarto oscuro en que se ha convertido Irak tratando de encender velas con las que no darse de bruces contra la realidad.

Invasión, guerra civil, violencia sectaria, desempleo, radicalismo religioso, piedad conmiserativa de estómagos agradecidos y televidentes inmunizados al dolor ajeno, políticamente incapaces de parar la guerra, por desgracia. Ciudadanos con mando a distancia en lugar de papeleta en la mano y urna. Confusión y hastío. Al final, miedo otra vez por cosas que se ven en la proximidad. Voy a grabar por miedo. Para recuperar el valor, para creer que se pueden cambiar las pesadillas. Miedo a que las cosas sigan empeorando. Porque algunos iraquíes -no sé cómo- me incitan a entrar en su oscura habitación para tratar de encender la luz y que cada mañana, cuando se levanten tengan un motivo más para seguir adelante. Eso fue lo que me contó, tan cínico como convencido, Stefano Ellero, el italiano universal que dejaba Irak para irse a Palestina, y responsable de gran parte de que este grupo de iraquíes continúe adelante, cuando le pregunté en Erbil si merecía la pena aquello a lo que nos dedicamos.

Ellos necesitan motivos para continuar. Nosotros también. El periodismo puede dárnoslos. Informando a quienes quieren conocer mejor la realidad y motivando a quienes además de conocer quienes dar pasos hacia delante. Trataré de grabar un documental que pueda verse en Europa y los Estados Unidos y cambiar con él, aunque sea mínimamente, la representación instalada en el imaginario colectivo que ha convertido a los iraquíes en seres violentos y sedientos de sangre guiados por irracionales motivos que no acabamos de comprender. Mi documental es periodismo, es día a día, es urgente y necesario, sin más reflexión artística que la de la definición de Zola: el arte consiste en ver una esquina de la realidad a través del temperamento del autor. Algunos lo llamarán reportaje y resaltarán que su valor está en llegar hasta el final del camino. Otros dirán que tengo algún modo propio de contar lo que veo. Circulará, provocará debates, con suerte, molestará a todos aquellos que políticamente correctos en su discurso, aleatoriamente en la derecha o la izquierda, verán y escucharán cosas sobre Irak que no se corresponden con las teorías establecidas para que nuestras simples mentes europeas entiendan aquella realidad. Acabo de ver “Punishment Park” de Peter Watkins. Se filmó hace 36 años. Antes de que yo naciese. Emprendo viaje sin que aquel país que enviaba a sus jóvenes a morir a Vietnam haya cambiado un ápice a mejor. Watkins recogía las voces de quienes no querían luchar en Vietnam. Los hijos de los soldados que cumplieron órdenes y se negaron a escapar al destino que se escribía para ellos han devastado ahora Irak. Pero, como ha escrito Santiago Alba, “los iraquíes, antes de que los matasen, estaban vivos”. Mañana desayunaré con uno de ellos.

No hay comentarios: