introducción cuarta

Las posibilidades son inmensas. Necesitamos esto y mucho más. Necesitamos retomar lo que realmente somos para dejar de ser lo que nos han enseñado a creer que somos, lo que nos han presentado como una inexorable losa de madurez que cae sobre nuestros cuerpos cada vez menos jóvenes. Si debemos comportarnos en sociedad que la sociedad nos trate según nuestras reglas, que nos permitan comenzar a definirlas, que se aparten a un lado los responsables de este mundo en el que ya no creemos si no quieren caer prisioneros del rugir de la marabunta que ellos mismos crean y terminará por aplastarles abruptamente. Porque también nosotros somos sociedad, porque nosotros reproduciremos los sistemas de los que nos dotemos para subsistir, porque tenemos reglas que proponer y conocemos cuáles son las reglas que queremos saltarnos para poder seguir avanzando sin destruir aún más el mundo en que vivimos.

Por el millón de lágrimas que nos dictan los deseos de cambiar el orden establecido y por la limpieza general que sobre ellas es necesario comenzar a diseñar para que la suciedad no lastre nuestro futuro debemos pedir paso, de una vez por todas, a quienes taponan nuestro camino con las verdades de los cementerios del sur y los muertos en vida del norte. Debemos recuperar el valor para gritarles a quienes matan para mantenernos cómodamente alejados de cualquier duda y decirles que no queremos ser mantenidos sobre tumbas. Debemos sumar esperanzas y caminar contra los muros, debemos martillear todo muro que nos frene, desarticular las barreras que se interponen entre todos aquellos que no han sabido decir no a tiempo y ahora se ven encerrados en un mundo que no aceptan y aquellos que nunca han dicho sí pero deambulan solitarios entre la frustración y la rabia. Unir las fuerzas de quienes creen que las han perdido pero saben que pueden volver a creer en sí mismos por la añoranza que mantienen.

Caminar hacia otro mundo nunca ha sido fácil. Muchos de los senderos emprendidos por quienes lo intentaron en el pasado fracasaron en su mismo origen, otros fueron cegados por las apisonadoras de un poder que, pese a cambiar en los modos se mantiene inmutable en sus fundamentos de odio y extorsión, del poder del que sí sabe defenderse frente a nuestra incapacidad para ofrecer alternativas. Retomemos los ejemplos de resistencia que la realidad nos muestra, recojamos las brisas que nos llegan desde todas las esquinas del planeta. Convirtamos los suspiros esperanzados que logran alcanzar nuestros oídos en fuerza para plantear nuevas unidades y nuevos modos de desordenar el orden que nos destruye. La esperanza se pierde pero no se pierde la capacidad de soñar que algún día podamos salir a buscarla de nuevo, siguiendo el ejemplo de tantos soñadores que se equivocaron antes que nosotros, que dignificaron su existencia equivocándose en el camino por materializar los sueños compartidos de quienes queremos continuar sintiéndonos humanos.

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